La memoria de la escuela republicana revive en “La escuela perdida”
30.10.25


Una creación colectiva de Solo es nuestro deseo y La pera del olmo, dirigida por Toni Ruiz, que se estrena en la Sala Tarambana.

A partir del 16 de octubre, todos los jueves, la Sala Tarambana de Madrid abre sus puertas a un proyecto teatral que combina memoria histórica, emoción y compromiso. Se trata de “La escuela perdida”, una propuesta escénica creada colectivamente por la compañía Solo es nuestro deseo, en colaboración con el veterano grupo La pera del olmo, con más de quince años de trayectoria en la escena madrileña. La dirección corre a cargo de Toni Ruiz, que ha guiado un proceso de investigación y ensayos que se extendió durante más de dos años.

El elenco está formado por cinco actrices y tres actores no profesionales, personas que, pese a dedicarse a otros oficios, mantienen un vínculo profundo con el teatro. Entre ellos se cuentan cuatro docentes, una funcionaria de justicia, una psicóloga, una pedagoga y un informático, algunos ya jubilados. Todos comparten la misma motivación: rendir homenaje a las escuelas republicanas de Madrid y a quienes las hicieron posibles, las maestras y maestros que creyeron en la educación como herramienta de cambio social.

Ocho vidas, una misma historia

La obra se construye en torno a ocho personajes cuyas vidas se entrelazan en diferentes momentos de la historia reciente de España. Un niño, tres maestras, un inspector-maestro, una periodista del colectivo “Mujeres Libres”, una tendera y un quintacolumnista se alternan como narradores y protagonistas, tejiendo un relato coral que abarca desde la Segunda República hasta la posguerra.

Cada uno, al levantarse y dirigirse al público, revive sus experiencias: los sueños pedagógicos de una España que apostaba por la cultura y la modernidad; el estallido de la Guerra Civil en julio de 1936, que sorprendió a los maestros a punto de comenzar el curso; la esperanza de transformar la educación con proyectos como llevar el cine a las aulas, crear coros escolares o formar a las mujeres.

Pero la historia no se detiene ahí. Tras la victoria del bando sublevado, el público asiste a la represión, el exilio y la humillación de aquellas maestras que representaban una amenaza para el nuevo régimen. Sin embargo, entre las ruinas y la pérdida, permanece la resistencia silenciosa de la esperanza, esa que atraviesa toda la función y que conecta el pasado con el presente.

Una escuela para un país que soñaba con aprender

“La escuela perdida” parte de una convicción que sus creadores comparten con la pedagogía republicana: la educación como pilar de la libertad y el progreso. La obra recuerda que la Segunda República no fue la causa de la guerra, sino un régimen democrático nacido pacíficamente en 1931 del deseo de un pueblo que anhelaba dignidad, cultura y justicia social.

En apenas dos años, en Madrid se inauguraron dieciocho Grupos Escolares, el triple de los construidos en la década anterior bajo la monarquía. Aquellos edificios —amplios, luminosos, laicos y gratuitos— simbolizaron una nueva forma de enseñar: activa, experimental, basada en la curiosidad y el arte. Fue una revolución pedagógica en la que maestras y maestros se convirtieron en protagonistas de un proyecto colectivo de modernización.

“La escuela perdida”, explican sus responsables, pudo haber sido cualquiera de esas escuelas, o todas a la vez. Sus personajes encarnan la memoria de quienes soñaron con una educación libre y transformadora, y también la de quienes sufrieron su destrucción.

Un viaje de memoria y emoción

Más que una obra teatral, “La escuela perdida” es una experiencia de memoria viva. A través de la palabra, el gesto y la emoción, el espectador se adentra en un tiempo en el que enseñar era un acto de valentía. Es un homenaje, pero también una invitación a reflexionar sobre el valor de la educación pública y el legado de quienes la defendieron.

Los intérpretes —Eva Aguado, Mercedes Benito, Manuel Chica, Carlos Díez, Sacri García-Rayo, Juan Jesús Guerrero, María José López y Victoria Martínez— dan vida a un mosaico humano lleno de sensibilidad, donde la historia y la emoción se funden en una misma lección: recordar para comprender, comprender para no repetir.

Por ellas, por ellos, y por lo que aún podemos aprender de aquella explosión de conocimiento, ilusión y justicia, “La escuela perdida” se alza como un viaje al corazón de nuestra memoria colectiva. Un homenaje escénico a lo que fue, a lo que pudo ser y, sobre todo, a lo que todavía puede inspirar.

Sala Tarambana

a partir del 16 de octubre

todos los jueves




Emilio Tenorio

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