Opinión - El efecto: cuando la química reemplaza al alma
11.04.25


El efecto, de la dramaturga británica Lucy Prebble, es una obra provocadora que desarma las certezas sobre el amor, la identidad y la ética médica. Estrenada originalmente en el National Theatre de Londres en 2012, donde se mantuvo en cartel durante tres años, llega por primera vez a España bajo la dirección de Juan Carlos Fisher, presentándose en los Teatros del Canal del 9 al 20 de abril de 2025.

Un experimento que desborda lo clínico

La obra se desarrolla en el marco aséptico de un ensayo farmacológico, en el que dos jóvenes, Connie (interpretada por Elena Rivera) y Tristán (Itzan Escamilla), se ofrecen como voluntarios para probar una nueva droga antidepresiva. En medio del experimento, surge entre ellos una conexión emocional intensa que pronto se convierte en romance. Pero, ¿es ese amor auténtico o tan solo un efecto secundario de la dopamina inducida por la medicación?

Esta incertidumbre se convierte en el núcleo dramático de la pieza. La obra no ofrece respuestas fáciles; al contrario, deja abiertas cuestiones fundamentales sobre la autonomía del sujeto, el libre albedrío y la capacidad de amar cuando la química cerebral es manipulada. Es una historia que plantea con crudeza una pregunta incómoda: ¿en qué medida somos dueños de nuestras emociones?

Tensión emocional en un espacio comprimido

Prebble articula una obra de cámara con solo cuatro personajes, que permite concentrar la atención en el conflicto sin distracciones externas. A través de diálogos agudos y escenas de alta carga emocional, el texto logra combinar la introspección filosófica con una estructura dramática ágil y accesible.

La puesta en escena española, sin embargo, no está exenta de altibajos. La escenografía, de un minimalismo extremo, falla en acompañar la densidad emocional del texto. En lugar de aportar profundidad o matices, tiende a reducir la experiencia visual a lo esencial, lo que en ciertos momentos resta intensidad a los conflictos escénicos. Asimismo, la dirección de Juan Carlos Fisher, aunque correcta en términos generales, se percibe algo contenida, sin riesgos formales que potencien la naturaleza inquietante del texto.

Reparto desigual, con una actuación destacada

El elenco está compuesto por Alicia Borrachero, Fran Perea, Elena Rivera e Itzan Escamilla, quienes representan dos generaciones de actores en un cruce interesante, aunque desigual. Rivera, con una carrera sólida en televisión y teatro, sobresale por la naturalidad con la que dota de humanidad a Connie, un personaje complejo, racional y vulnerable a la vez. Escamilla, más conocido por su trabajo en la serie Élite, encara su segunda experiencia teatral con honestidad, con aportación de interesantes matices.

Borrachero y Perea, por su parte, interpretan a los médicos encargados del experimento. Sus personajes funcionan como contrapunto ideológico y emocional frente a la pareja de voluntarios, aunque sus intervenciones no siempre logran el peso dramático que exigen sus roles. La dirección parece no haber explotado del todo las tensiones éticas que estos personajes podrían haber encarnado con más fuerza.

Aspectos técnicos: luces y sombras

En el apartado técnico, la iluminación diseñada por Ion Aníbal López presenta problemas importantes. En varias escenas clave, la intensidad y los ángulos de luz impiden al espectador captar con claridad las expresiones faciales de los actores, elemento crucial en una obra que se apoya tanto en el gesto y la mirada. La música y el sonido, a cargo de Luis Miguel Cobo, funcionan correctamente y ayudan a sostener el tono emocional, aunque sin dejar una huella especialmente memorable. Los audiovisuales de Emilio Valenzuela aportan un discreto valor añadido sin restar protagonismo al desarrollo actoral.

Un texto que interpela

Lucy Prebble, también guionista de la aclamada serie Succession, demuestra aquí su capacidad para transitar entre lo íntimo y lo político, entre el dato científico y el dilema emocional. Su trayectoria, iniciada en 2003, combina comedias teatrales con series de televisión como Diario secreto de una call girl, y encuentra en El efecto una síntesis madura de su estilo: crítica social con un toque de humor corrosivo.

Este montaje, a pesar de sus limitaciones formales, consigue trasladar al público las inquietudes fundamentales del texto original. El amor, la ética médica, la identidad y la fragilidad humana se entrelazan en una obra que, aunque imperfecta en su realización, resulta intelectualmente estimulante y emocionalmente provocadora.

Valoración final

El efecto no es una obra para ver de forma pasiva. Invita a pensar, a dudar, a confrontar las zonas más grises del comportamiento humano. Si bien algunos aspectos de la producción no están a la altura del texto —como la escenografía, excesivamente esquemática, o una iluminación que entorpece la conexión emocional—, el trabajo de los actores, especialmente el de Elena Rivera, consigue rescatar la fuerza de una obra que, en lo esencial, merece ser vista y debatida.






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ESCENAMADRID.COM - TEATROS CANAL - El efecto - © Emilio Tenorio


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Emilio Tenorio
Fotos: www.emiliotenorio.com

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