Carlota Ferrer y Darío Facal versionan a Lorca con los ojos del presente en 'La leyenda del tiempo'
03.02.20


Los creadores escénicos Carlota Ferrer (Esto no es la casa de Bernarda Alba) y Darío Facal (Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín), dos de los directores más vanguardistas de la escena española contemporánea, unen fuerzas para versionar y dirigir Así que pasen cinco años, obra que Federico García Lorca escribió en 1931 –exactamente cinco años antes de su asesinato– y que hoy por hoy sigue siendo, también, pura vanguardia. La leyenda del tiempo es, a la vez, el subtítulo de la obra original de Lorca y el título elegido para esta revisión actual que coproducen el Corral de Comedias de Alcalá de Henares y El Pavón Teatro Kamikaze y que podrá verse del 6 de febrero al 8 de marzo en La Sala del Teatro Kamikaze.

La obra, una de las más complejas y menos representadas del autor, es una oportunidad para explorar la convivencia en escena de varias artes –la música, el movimiento y el teatro– en forma de espectáculo onírico que nos habla de la identidad sexual y el inexorable paso del tiempo. En La leyenda del tiempo, Ferrer y Facal, fascinados por el Lorca más hermético e hipnótico, dialogan con el texto desde el siglo XXI para abordar cómo el hombre vive atrapado en el tiempo, obsesionado con la muerte, los recuerdos, lo exasperante de la espera, el refugio de la nostalgia, el miedo a envejecer y el amor frustrado. “No hay que esperar. Hay que vivir”, se dice en esta obra enigmática, organizada en retazos e influida por el Surrealismo, con aspecto de fábula y un clima ilógico y confuso. Con gran carga simbólica y poética, esta obra está enmarcada en el llamado Teatro Imposible de Lorca, junto con otras piezas como El público o Comedia sin título.

El protagonista, el Joven, ha esperado durante cinco años a su prometida, a la que apenas recuerda, pero que simboliza todas sus ilusiones futuras. El conflicto sobreviene en el reencuentro cuando la Novia rechaza al Joven para fugarse con el Jugador de Rugby, un personaje que representa el prototipo de la “virilidad descerebrada” que Lorca consideraba lo más opuesto a sí mismo. Pero la Novia lo prefiere a él. Aparece así una de las obsesiones lorquianas: la idea de no ser “suficientemente hombre”, aparejada a la homosexualidad. Tras el rechazo de la Novia, el Joven vuelve sus ojos hacia otra muchacha, la mecanógrafa, que le amaba en silencio.

En un montaje que cuestiona los roles convencionales de masculinidad y feminidad, Ferrer y Facal rompen las etiquetas desde la propia elección de actores, un elenco de 8 jóvenes artistas que dan vida a más de 18 personajes. Carmen Climent, que interpreta al Joven, ensalza la androginia en la construcción de su personaje. A esta le acompañan Selam Ortega (Novia), Alicia P. Mántaras (Viejo), Diego Cabarcos (Amigo 1), Conchi Espejo (Mecanógrafa), Joaquín Fernández (Jugador de rugby) y Tony Galán (Amigo 2).

“Es imposible acercarse a esta obra sin que se impongan ciertos temas como el tempus fugit o la ambigüedad sexual. Hemos intentado permanecer cerca de Lorca, rescatando el sentido trágico del texto, el humor típicamente surrealista y siendo muy respetuosos con el original, pero nos hemos permitido aproximarnos a él tal y como lo haríamos con otro clásico: actualizando ciertas expresiones y, lo que quizá sea la intervención más evidente, cambiando el orden de alguna escena”, explica Darío Facal. “Desentrañamos los conflictos y las situaciones del texto para dejar que las imágenes oníricas llenen la escena, sumando capas. Es un gran reto poner este texto en escena, pero también una experiencia única”.

El resultado es una propuesta muy plástica, que juega con los roles de género y mezcla referentes lorquianos como el circo y el music hall con un universo sonoro inmersivo. “Es un viaje que irradia frescura, pero con un peso existencial muy profundo que hará salir al espectador de su zona de confort: ¿Es la identidad de género una construcción social? ¿Hasta qué punto somos libres? ¿Cuánto nos limitan las convenciones sociales? Lorca se cuestiona y cuestiona a los demás, juega con la unidad del tiempo y retrata nuestras fantasías, obsesiones y miedos a través de lo onírico”, apunta Carlota Ferrer. “Ponerse a Lorca en la boca es siempre un reto, una delicia y un paseo emocional”.





NP

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